“Cosmos”, exceso, histeria y representación

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Seis días antes de la muerte de Andrzej Zulawski, Massive Atack dio a conocer el video de la canción “Voodoo In My Blood”, que homenajea una de las secuencias más célebres de La posesión (1981), filme de horror en el que se observa el comportamiento violento y ambiguo de una mujer, interpretada por Isabelle Adjani. La crítica designó al filme como histérico, adjetivo con el que se ha asociado al cine de Zulawski: en 2012 el centro de artes Bam de Nueva York le dedicó la retrospectiva Hysterical Excess. El realizador polaco, que fue asistente de Andrzej Wajda y perteneció a la generación de Roman Polanski, se caracterizó por ir a contracorriente. El diablo (1972), su segundo trabajo, película histórica con elementos de horror que fue prohibida en Polonia, lo hizo afincarse en Francia. El rodaje de El globo de plata (1988), cinta de ciencia ficción sobre un grupo de exploradores que abandonan la Tierra para empezar una nueva civilización, fue interrumpido por el gobierno polaco, que confiscó el material, aunque no el negativo.

 

En el cine de Zulawski abundan las referencias a la representación. En Lo importante es amar (1975) Romy Schneider interpreta a una actriz que consigue dinero de un fotógrafo para realizar un montaje de Ricardo III. En La mujer pública (1984) una inexperta actriz es invitada a encarnar un personaje en una película basada en Los endemoniados de Dostoievski, proceso en el que, a la postre, es incapaz de distinguir entre actuación y realidad. ¿La representación es una forma de enunciar la verdad? Dijo Jean-Luc Godard: «Es evidente que las películas son capaces de pensar de mejor manera que la escritura o la filosofía, pero esto fue rápidamente olvidado». Creadores como Zulawski han distanciado al espectador del efecto-ventana de la pantalla de cine, subvirtiendo la tendencia al cierre, a la unidad de la imagen en movimiento entendida como producto digerible y de consumo.

 

Tras un largo período en el que dirigió a la actriz Sophie Marceau, su esposa hasta 2001, el polaco regresó con Cosmos (2015), filme en el que concluyen las fronteras que articulan la realidad y la fantasía. En esta última película, que adapta la novela homónima de Witold Gombrowicz, de 1965, el protagonista es un hombre que, ante su decepcionante desempeño en la escuela de leyes, decide escribir y hospedarse con una excéntrica familia. El texto del escritor polaco es «sobre los orígenes de la realidad», según expresó él mismo. La búsqueda de acontecimientos inconexos y la fragmentación es parte de la exploración que Gombrowicz realizó en este relato. La histeria como representación, que lleva a pensar en los procedimientos de Charcot en la Salpêtrière con mujeres inducidas al histrionismo –que ha sido estudiado desde el punto de vista de la imagen por Georges Didi-Huberman–, también está presente en Cosmos, que se presenta bajo la apariencia de una historia de amor, donde el comportamiento de los personajes se desborda desarticulando la comprensión del espectador. El filme es la construcción de un mundo autónomo en el que las cosas son tal como se proponen, aunque Zulawski tenga preparado un golpe final para el público, que no advierte lo que ocurrirá en los últimos minutos.

 

En el filme la boca sirve para establecer una serie de asociaciones. El ama de llaves de la casa en la que se hospeda Witold, el protagonista, tiene deformado el labio superior a causa de un accidente. Lena, hija de la familia e interés amoroso del personaje principal, tiene la boca pintada de rojo, color con el que Witold pintará unos labios de papel con los que besará a la chica. Cosmos incomoda al espectador porque rebasa su capacidad de comprender a cabalidad lo que se muestra, lo desorienta; incluso la música de Andrzej Korzynski es un elemento que juega con las pesquisas de quien observa, no para hacerlo dudar sino para que abandone sus intentos de interpretación. «La película es surrealista. Es una interesante interpretación, el romanticismo llevado al punto de lo absurdo», dijo Zulawski sobre el filme. El polaco eligió a Jonathan Genet, un desconocido actor francés de teatro con un físico similar al de Jacques Dutronc, porque le interesó su incapacidad para definir la realidad: «Es ambiguo. Creo que para él también es difícil respaldar esta falta de claridad que es Gombrowicz».

 

El cineasta llevó al extremo sus ideas en esta última propuesta. ¿Consigue Witold el verdadero interés de Lena? El filme plantea diversas hipótesis. «¿Me convertirás en una gran actriz?», le pregunta ella en varios idiomas, pues es una profesora de lenguas extranjeras, con la boca roja, en el umbral de una puerta. «El cine ha sido tradicionalmente un medio inhabilitado para pensar; como si esa impresionante capacidad analógica que le permite reproducir los hechos bajo la apariencia de que no han sido procesados por ningún lenguaje, a su vez lo condenara al territorio de una pura materialidad», apunta David Oubiña en Una juguetería filosófica. Esa reproducción, es representación de los hechos, que Zulawski dotó de ambigüedad, podría ser una de las reflexiones de Cosmos. Al final se descubre la lámpara que ilumina la escenas, la gente que con su trabajo hace posible la filmación de la película, el pintalabios de la intérprete. El cine como un instrumento para pensar y plantear preguntas sobre la creación es el aporte decisivo en la obra final del polaco.

Este texto fue publicado en la revista La Tempestad (junio-2016).